Los broches nos dan un toque personal y añaden estilo a nuestras prendas, nos ayudan a que parezca que vamos más combinadas, y nos pueden ser muy útiles cuando nos ayudan a que una prenda se ajuste mejor.
El primero que podéis ver, de tela y con forma de cerdito me resulta especialmente gracioso, venía acoplado a un jersey que me compré hace un par de años en Zara, y aunque el jersey ya está jubilado, el broche sigue dándome mucho juego.
El que tiene forma de corazón, me lo pongo mucho cuando voy toda de negro, y cuando utilizo un bolso que tiene unos detalles en rojo, y también con las uñas del mismo color, y muy cortitas, que es como más me gustan. Esto es por lo que os decía que nos pueden ayudar a combinar.
La paloma de nácar, es pequeñita, y la uso más para ajustar prendas en la zona del pecho, cuando son muy escotadas, y se abren.
El negro y gris, me lo compré en Londres en un mercadillo de segunda mano, concretamente en Nothing Hill, y me encantó, y también lo uso a menudo, tengo curiosidad por saber quién lo llevó antes que yo, y le tengo un cariño especial.
La estrella azul de cristal, me la enviaron de regalo por correo, los del famoso perfume Angel, de Thierry Mugler, que a propósito, ya no soporto, aunque lo guardo para olerlo de vez en cuando y que me transporte al tiempo en que lo usaba...
Los dos últimos broches con forma de flor, me los compré hace unos meses en Mimosa, una tienda de Coruña, y cada uno me costó 1 euro, de liquidación. Son muy jugosos, parecen de jabón.
Tengo alguno más, como uno que me regalaron unos amigos, que es la típica chapita redonda, y el dibujo de dentro es de la archi-maravillosa Candy Candy, la super-encantadora serie de televisón de la que soy mega-fan y es mi favorita del mundo mundial... je...
